Por Roberto Carlos Lujan
El investigador cubano Cristóbal Díaz Ayala publicó en 1998 el libro Cuando salí de la Habana, el disco compacto incluido revelaba la existencia de una versión del célebre número St. Louis blues, realizada en Nueva York por la orquesta Hermanos Castro de Cuba en 1931. Para Díaz Ayala esta grabación constituye el primer caso deliberado de fusión entre las músicas cubanas y estadounidenses, al menos en términos de grabaciones discográficas. Entre esta grabación y la creación de la pieza Tanga el 28 de mayo de 1943**, existe un poco más de una década periodo en el cual se realizaron ensayos, experimentaciones e intentos por unir bajo un solo discurso dos lenguajes musicales complejos y hermanados por los antecedentes de su histórico y forzado tránsito migratorio. Sin duda alguna, debe diferenciarse el jazz afrocubano del cubop. El primero fue trabajado en un primer momento interpretativo bajo la influencia del Swing, interpretado por las jazz band estadounidenses de los años treinta. Por su parte, el cubop supuso la articulación del moderno y específico lenguaje musical del bebop, con el intrincado grupo de ritmos insulares expresados a través de la percusión afrocubana. En Cuba, durante los años cuarenta la práctica y desarrollo del jazz representó un estímulo musical significativo, su práctica se fortaleció y enriqueció con el trabajo de Armando Romeu, René Touzet, Chico O’Farrill, Bebo Valdés y Felipe Dulzaides, entre otros.
El término jazz latino aglutina el jazz afrocubano y la práctica emergente de otras músicas nacionales suramericanas. Contrario a lo aceptado de manera general, no surge como una invención reciente. En los años cincuenta y sesenta el término latin jazz y/o jazz latino comenzó a emplearse de manera paulatina. Burt Korall en las notas discográficas del álbum del pianista José Curbelo Wine, women and cha cha (Fiesta, 1954), informaba el cambio dado en 1953 por éste músico cubano: de una big band a un sexteto de latin jazz (sic). Ray Barretto trabajó por esa época con el Latin Jazz Combo de Eddie Bonnemere. El vibrafonista Pete Terrace grabó el disco A night in mambo Jazzland: The king of latin-jazz (Tico, 1956). A fines de esa década, el baterista puertorriqueño Willie Rodríguez y su orquesta grabó el disco Big Band Latin Jazz (Rondo, ST-511). El grupo Latin Jazz Quintet editó dos discos en 1960: Spotlight on Pharoah Sanders with The Latin Jazz Quintet (Up Front) y Eric Dolphy with The Latin Jazz Quintet: Caribé (Prestige). El conguero Juan Amalbert & Latin Jazz Quintet grabó el disco Hot sauce (Prestige, 1960-61), luego grabó el disco The chant. Antonio Díaz Mena Chocolate grabó el disco ¡Eso es latin jazz…man! (Audio fidelity, 1963). El pianista Joe Panama grabó el tema Jazz Latino en el disco The explosive side of Joe Panamá (Decca, 1968).
El influjo determinante de las diferentes bandas de jazz afrocubano y cubop, se reflejó en el trabajo de jóvenes líderes estadounidenses y latinos (Tito Puente, Joe Loco, George Shearing y Cal T’Jader, entre otros) establecidos en Estados Unidos. Los decenios siguientes registran un alto número de exponentes y grabaciones discográficas, resultado de la influencia y continuidad por este tipo de música.